EL PASTOR DE MONTALTO |
Se llamaba Félix
Peretti y procedía de una humilde familia de hortelanos. En su infancia, antes
de ingresar en la Orden franciscana, había desempeñado el oficio de pastor.
Luego, por méritos y aprovechamiento, le serían confiados relevantes cargos,
hasta alcanzar ya en avanzada edad el cardenalato.
A la muerte de Gregorio XIII,
Peretti era un anciano de aspecto achacoso y quebradizo.
La cabeza se le derrumbaba sobre el pecho y debía
sostenerse con el auxilio de una muleta.
Convocado el cónclave, los miembros del Sacro Colegio se hallaban tan
divididos en sus particulares propósitos de elección que en el último
instante, como solución transitoria, acordaron elegir pontífice al decrépito
"pastor de Mon-talto" —así se le llamaba — , cuyos días, a todas
luces, estaban contados. Pero sucedió que no bien concluido el escrutinio y
proclamada la elección, el decrépito Peretti, convertido ya en Sixto V,
arrojó
la muleta, enderezó la figura y con voz firme y tonante rompió a cantar el Te
Deum.
Los cardenales, estupefactos, negábanse
a creer lo que veían. Y cuando el de Médicis, en su turno de parabién
protocolario, expresó al nuevo Papa su asombro por el repentino cambio
experimentado, Peretti repuso con viveza:
— No os
asombréis. Hasta hoy he andado encorvado para buscar mejor las llaves de la
tierra.
Ahora, que las he hallado, miro a lo alto para buscar la cerradura de la
puerta del Cielo.
Contra todo pronóstico, aquel pontificado iba a durar cinco años. Y lo que
es más: vendría señalado por una serie de notabilísimos aciertos tanto para
el orden interno de la Iglesia como para el bien temporal de los Estados
Pontificios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario