LA MUERTE DE CARLOMAGNO |
— ¡Viva Carlos el Grande!
Fue aquella la primera vez que los suyos le otorgaron el título de Magno. Después se lo daría Europa entera, subyugada política y militarmente a su grandeza, sin duda la más preeminente de toda la Edad Media.
Carlomagno sería un soberano de aguda visión imperial. Aunque escaso de cultura, supo rodearse de los hombres más eminentes de la época.
Fue aquella la primera vez que los suyos le otorgaron el título de Magno. Después se lo daría Europa entera, subyugada política y militarmente a su grandeza, sin duda la más preeminente de toda la Edad Media.
Carlomagno sería un soberano de aguda visión imperial. Aunque escaso de cultura, supo rodearse de los hombres más eminentes de la época.
— ¡Ah! —exclamaba un día — , si yo tuviese doce hombres de la talla de San Jerónimo y San Agustín!
A lo que Alcuino, su ministro, le replicó:
— Conque el Señor de Cielos y Tierra no ha tenido sino dos hombres de ese fuste, ¿y queréis vos tener una docena?
Próximo a morir, víctima de una pleuresía, recibió de lldebaldo, arzobispo de Colonia, los últimos auxilios. Después quiso santiguarse, pero la mano, sin fuerzas, se le desmayó sobre el pecho. Finalmente, expiró balbuciendo:
— ¡Señor, os recomiendo el alma y la entrego en vuestras manos!
— Conque el Señor de Cielos y Tierra no ha tenido sino dos hombres de ese fuste, ¿y queréis vos tener una docena?
Próximo a morir, víctima de una pleuresía, recibió de lldebaldo, arzobispo de Colonia, los últimos auxilios. Después quiso santiguarse, pero la mano, sin fuerzas, se le desmayó sobre el pecho. Finalmente, expiró balbuciendo:
— ¡Señor, os recomiendo el alma y la entrego en vuestras manos!
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