sábado, 28 de enero de 2012

LA MUERTE DE CARLOMAGNO


LA MUERTE DE CARLOMAGNO
Ya era Emperador Carlomagno cuando una vez, acompañado de sus monteros, se propuso dar caza a un oso gigantesco que tenía aterrorizada a la población de los Vosgos. En pos del rastro, la partida no tardó en dar con el plantígrado, cuya ferocidad dio pronto cuenta denumerosos perros y algunos cazadores. Por su parte, el joven Carlos lo aguardó, impávido, en lo alto de una roca. Sólo esgrimía el cuchillo. Sin perder la cara al animal, se dejó abrazar por él y así, cuerpo a cuerpo, luchó denodadamente hasta que, mortalmente acuchillada, la espantable bestia se despeñó con estrépito hacia el fondo del barranco, mientras las gentes del rey gritaban jubilosas:

— ¡Viva Carlos el Grande!

Fue aquella la primera vez que los suyos le otorgaron el título de Magno. Después se lo daría Europa entera, subyugada política y militarmente a su grandeza, sin duda la más preeminente de toda la Edad Media.

Carlomagno sería un soberano de aguda visión imperial. Aunque escaso de cultura, supo rodearse de los hombres más eminentes de la época.
— ¡Ah! —exclamaba un día — , si yo tuviese doce hombres de la talla de San Jerónimo y San Agustín!

A lo que Alcuino, su ministro, le replicó:

— Conque el Señor de Cielos y Tierra no ha tenido sino dos hombres de ese fuste, ¿y queréis vos tener una docena?

Próximo a morir, víctima de una pleuresía, recibió de lldebaldo, arzobispo de Colonia, los últimos auxilios. Después quiso santiguarse, pero la mano, sin fuerzas, se le desmayó sobre el pecho. Finalmente, expiró balbuciendo:

— ¡Señor, os recomiendo el alma y la entrego en vuestras manos!

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