LA LLAMADA DE DIOS |
— No volveré a servir a señor que se me pueda morir —dijo.
Y, en efecto, hecha renuncia formal de todos los cargos, títulos y dignidades, el día 1 de febrero de 1 548, ya viudo, ingresó en la Compañía de Jesús. Cursó con brillantez la carrera eclesiástica, y a la muerte de Laínez aceptó, no sin escrúpulo, el Generalato de la Orden, si bien rehusó el capelo cardenalicio que insistentemente le ofrecía el Sumo Pontífice. Pero ni siquiera desde tan alta posición habría de eludir las labores más humildes.
Cuando una vez le visitó en Roma Ruy Gómez, privado de Felipe II, le halló barriendo la calle.
— Esperad —dijo Francisco— a que acabe de barrer lo que el hermano, a quien debo obediencia, me ha señalado.
Otro día, como recibiese una carta del rey de Cerdeña con esta dirección: "Al llustrísimo Señor Don Francisco de Borja, duque de Gandía", ni siquiera la abrió; la hizo devolver por el mismo mensajero, después de haber escrito en el sobre: "Un tal ilustrísimo y un tal duque de Gandía no se hallarán hoy en toda la Tierra; sí un Padre, Francisco de Borja, de la Compañía de Jesús, el cual queda al servicio de Vuestra Excelencia".
Otro día, como recibiese una carta del rey de Cerdeña con esta dirección: "Al llustrísimo Señor Don Francisco de Borja, duque de Gandía", ni siquiera la abrió; la hizo devolver por el mismo mensajero, después de haber escrito en el sobre: "Un tal ilustrísimo y un tal duque de Gandía no se hallarán hoy en toda la Tierra; sí un Padre, Francisco de Borja, de la Compañía de Jesús, el cual queda al servicio de Vuestra Excelencia".
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