martes, 7 de febrero de 2012

HISTORIA DE DICKENS


HISTORIA DE DICKENS
Nadie, ese día, hubiera vaticinado en Landport (Portsmouth) que aquella criatura nacida en la miseria, de un padre inepto y de una madre enferma, llegaría andando el tiempo a ser sepultado en el panteón de los hombres ilustres de la abadía de Westminster. Menos aún poco después, cuando apenas adolescente compartía a menudo con su padre — deudor incorregible— la lóbrega cárcel de Brixton. ¡Pobrecito Charles! A los nueve años debía ya trabajar rudamente en una fábrica de barnices por algunos peniques con que atenuar los agobios de la casa. Después sería escribiente; más tarde, redactor parlamentario. Así, humilde, oscuramente, y bajo el seudónimo de Boz, haría sus primeras armas literarias el autor de David Copperfield.

Hasta que un día, por azar, se hizo el milagro. Seymour, dibujante que gozaba de alguna popularidad como retratista de costumbres, proponíase iniciar una serie de historietas fijas, tomando como protagonistas a determinados tipos pintorescos de la sociedad londinense. Seymour, que conocía la vis cómica de Dickens, propuso a éste encargarse de escribir los textos adicionales. Dickens no lo pensó dos veces. Sin mediación de contrato se puso a ello, y con tal fortuna que al poco tiempo los dibujos del cómic pasaron a segundo término, eclipsados por la gracia viva y chispeante del texto dickensiano. Seymour, mortificado, se quitó la vida.

A decir verdad, el éxito de Dickens era clamoroso. De los 400 ejemplares vendidos con el primer cuadernillo se había pasado, con el décimo, a los 40.000. De la mano del inefable Mr. Pickwick, Charles Dickens pisaba ya los umbrales de la celebridad. Lo demás se le daría con el tiempo.

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