domingo, 5 de febrero de 2012

BERNADOTTE, UN REY REPUBLICANO


BERNADOTTE, UN REY REPUBLICANO
Juan Bautista Bernadotte procedía de las barricadas jacobinas de la Revolución Francesa. Luego, de la mano de Napoleón, había pasado al ejército imperial, donde por méritos de guerra le aguardaba el bastón del mariscal. Bernadotte era un hombre serio, brillante y eficaz. Tanto, que el propio Emperador llegó a tener fundados motivos para recelar de él y lo apartó de su lado, encomendándole el mando de un cuerpo de ejército de la Grande Armée que se batía en las estepas rusas. Bernadotte era cuñado de José, el usurpador del trono español, y durante su estancia en la Pome-rania supo granjearse la estima del anciano monarca sueco Carlos XIII hasta tal punto que éste, creyendo congraciarse con el Gran Corso, le ofreció a título sucesorio la corona del país.

Cuando lo supo. Napoleón tuvo un mal día.

— Yo, en verdad —comentaría con desdén —no le encuentro talento alguno para reinar. De todos modos, celebro quitármelo de encima.
Parecía adivinar que pronto habría de volverse contra él, aliándose con los enemigos de Francia. Cuando subió al trono, sin embargo, ya estaba Napoleón en Santa Elena. Lo hizo bien. Tomó muy en serio su papel de rey y supo ganarse el respeto de los suecos. Pero un día, no muchos después, contrajo una grave enfermedad que en opinión de los médicos aconsejaba la aplicación de sanguijuelas. Ante la sorpresa de todos, Bernadotte se opuso a someterse a aquel tratamiento.

Pues no hay otro remedio —le dijeron.

Entonces, consintió. Pero antes, encerrado a solas con el facultativo, dijo a éste:
Debéis jurarme que no revelaréis a nadie lo que vais a ver.

El médico, intrigadísimo, juró, y Ber-nadotte, entonces, desabrochándose la camisa, mostró un antiguo tatuaje que, junto a un llamativo gorro frigio, decía rotundamente: Mort aux rois! (¡Muerte a los reyes!).

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