LA MALDICIÓN DE SANTA ENGRACIA |
Pero sucedió que, avanzada ya la construcción del edificio, un día
llevaron a ajusticiar a un joven, acusado de haber profanado la Sagrada Forma.
Al pasar por delante
de las obras, el joven exclamó
con grandes voces:
— ¡Mi inocencia es tan cierta como que las obras de Santa Engracia no se
acabarán jamás!
Al poco tiempo, en efecto, se descubrió que el ajusticiado no había sido
culpable de la profanación, pero sus terribles palabras se cumplieron al pie de
la letra. Inexplicablemente, la cúpula del edificio
se vino abajo una y otra vez, en vista de lo cual finalmente se desistió
de proseguir las obras, y el convento, pese a todos los requerimientos
ulteriores, acabó por convertirse en un simple depósito de intendencia.
Desde entonces, la expresión "esto es como las obras de Santa
Engracia" equivale en Portugal a descalificar por imposible cualquier
empeño desmesurado e interminable.
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