viernes, 9 de marzo de 2012

MAZARINO, EL CARDENAL LACÓNICO


MAZARINO, EL CARDENAL LACÓNICO
Mazarino, sucesor de Richelieu y arbitro de los destinos de Francia durante la minoría de Luis XIV y aun después, había llegado a amasar una inmensa fortuna. Tuvo, no tanto por esto cuanto por su política absolutista y rígida, enconados enemigos como el príncipe Conde, que le llamaba siempre "el viejo zorro", y como La Rochefoucauld, quien decía de él que "tenía más atrevimiento en el corazón que en el genio". Pero a todo ello replicaba, despectivamente, el cardenal:

— Cuando se tiene corazón, se tiene todo.

Todo, en efecto, lo tenía él: poder, riqueza, valimiento... No así el pueblo, la mayoría del cual vivía con penosa estrechez. Así, las revueltas —algunas, tumultuarias— se sucedían a menudo, pero sin resultado. Mazarino resistía a todo. Encastillado en su omnímoda privanza, permanecía sordo a las quejas del pueblo francés.

Pero una vez, ante los ruegos insistentes de un amigo, el señor de Besa-meux, consintió en recibir a un campesino que deseaba decirle "dos palabras".

— Bien —dijo — , pero a condición de que sean estrictamente dos las palabras.

Advertido el campesino de la condición expresa de su eminencia, por fin se presentó ante él. Inclinóse respetuosamente y no dijo sino:

¡Frío! ¡Hambre!

El cardenal ni pestañeó. Sin decir nada, tomó un vale y puso en él, escuetamente: "Ropa. Pan".

Próximo a morir en su residencia de Vincennes, hallábase rodeado de un enjambre de aduladores, algunos de los cuales, no sabiendo cómo lisonjearle mejor, le dijeron que su agonía estaba siendo honrada con la presencia de un cometa. Pero "el viejo zorro" estaba de vuelta de lisonjas serviles y dijo aún con sorna:

— Demasiado honor me hace ese cometa.

Y en seguida expiró.

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