jueves, 8 de marzo de 2012

EL DÍA DEL FUTURISMO


EL DÍA DEL FUTURISMO
"Consideramos desacreditada e impropia de este siglo la hipótesis de la fusión fraternal de los pueblos y no admitimos más que una higiene para el mundo: la guerra".

Las severas bóvedas del teatro Chia-rella, de Turín, se estremecieron aquel día con aseveraciones como ésta. Las enunciaba desde el escenario un hombre joven, bien parecido, literato discreto, llamado Filippo Tommaso Marinetti. Eran, sobre poco más o menos, las mismas que un mes atrás publicara sin pena ni gloria el diario parisién Le Fígaro bajo este sonoro epígrafe: Manifiesto Futurista.

El público milanés escuchaba entre divertido y estupefacto.

Un automóvil de carrera —decía el orador— es más hermoso que la Victoria de Samotracia... Nada hay más bello que el andamiaje de una casa en construcción... Soñamos con crear algún día nuestro hijo mecánico, fruto de la libre voluntad, síntesis de todas las leyes, cuyo descubrimiento precipitará la ciencia...

La perorata, un mazazo sobre todas las formas tradicionales de expresión — arquitectura, literatura, cine, música, teatro, etc.— acabó con la paciencia de buena parte del auditorio. Lo que había empezado entre sonrisas derivó en silbidos y culminó en un zipizape tal de garrotazos que se hizo precisa la intervención de la fuerza pública para sofocarlo. De cualquier modo, el germen de la deshumanización del arte estaba echado. Aquel día, las nueve musas del Helicón temblaron en sus pedestales. Y el temblor, a decir verdad, perdura todavía.

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