LAS PRIMERAS PALABRAS VIAJERAS |
Ultimo piso de la casa número
5 de la plaza de Boston, en Exeter (Pensylvania).
— Que venga inmediatamente el señor Watson; me es necesaria su presencia.
Tales fueron, oficialmente, las primeras palabras transmitidas a través de un hilo telefónico. Las pronunciaba, desde su taller en aquel ático, el físico escocés Alejandro Graham Bell, cuyo ayudante, pared en medio, distaba apenas cuatro metros del inventor.
Tales fueron, oficialmente, las primeras palabras transmitidas a través de un hilo telefónico. Las pronunciaba, desde su taller en aquel ático, el físico escocés Alejandro Graham Bell, cuyo ayudante, pared en medio, distaba apenas cuatro metros del inventor.
Pero si el suceso revestía solemnidad histórica, en rigor no eran aquellas
las primeras palabras emitidas por vía alámbrica. Diez y ocho años antes, un
joven alemán, Felipe Reís, humilde empleado de comercio avecindado en
Francfort, había hecho lo mismo por medio de otro aparato de su invención.
Pero Reis se había quedado a medio camino en el invento, puesto que su aparato,
a diferencia del de Bell, era sólo receptor. De ahí que sus demostraciones,
aunque públicas, hubiesen despertado escaso interés. Aquello de "¿Los
caballos comen ensalada de pepino?", con que Reis, festivamente,
tuvo a bien inaugurar su primer parlamento, cayó
como un jarro de agua fría sobre el sesudo auditorio francforés.
Con lo que el infortunado Felipe Reis moriría pobre y olvidado, en tanto que
Graham Bell, el tenaz escocés, daría a conocer triunfalmente su invento en la
Exposición Internacional de Filadelfia de 1876, para enriquecerse en seguida
con la creación de la poderosa Bell Telephone Company.
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