sábado, 17 de marzo de 2012

MARCO AURELIO, EL EMPERADOR FILÓSOFO


MARCO AURELIO, EL EMPERADOR FILÓSOFO
Marco Aurelio, el Emperador Filósofo, se disponía a morir víctima de la peste a las puertas de Vindobona, en Viena. Un tribuno, sin embargo, se acercó al lecho del moribundo y obediente a la norma le pidió la consigna.

— Dirígete al sol que nace —balbució el Emperador—, porque yo me pongo.

Y, en efecto, con las claras del día dejó de existir. Había reinado durante 1 9 años, entre dificultades, guerras no deseadas y con una ardiente sed de paz, de justicia y de templanza. Este ideal es-toicista de Marco Aurelio, aprendido bajo el pupilaje del maestro Frotone, se había puesto ya de manifiesto en vísperas de ascender al trono. Mostraba entonces una profunda tristeza, y como su madre, sorprendida, se lo hiciese notar, exclamó apesadumbrado:

— Voy a reinar ¡y os extrañáis de mi melancolía!

En las pausas de campaña escribía máximas y pensamientos de contenido casi cristiano. "La mejor manera de vengarse de un enemigo es no parecér-sele". "Pronto lo olvidarás todo; pronto serás olvidado".

No se cansaba de predicar la misericordia y el perdón entre los hombres. Y cuando una vez, víctima él mismo de cierta conjura cortesana, hubo de remitir al Senado para dictamen los autos del proceso, lo hizo con esta advertencia:

Quedan exentos de castigo y de toda nota de infamia cuantos participaron en la conjuración, y sea dicho, en vuestro honor y en el mío, que nadie por ello sufrió daño sino los que perecieron en los comienzos de la insurrección. ¡Lástima que a éstos no pueda devolverles la vida! La venganza es indigna de un monarca.

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