EL HÉROE PETRIFICADO |
Víctima de una
congestión cerebral, el día 11 de marzo de 1 872 dejaba de existir en Pisa
Giuseppe Mazzini, abogado, pensador y político italiano, cuya vida, entregada
por entero a la unificación e independencia de su patria, conocería las más
arriscadas peripecias.
Republicanista furibundo, hubo de exiliarse varias veces, primero en Francia,
luego en Inglaterra, huyendo de la persecución de los moderados realistas. El
Presidente del Consejo, conde Ca-vour, no le conocía personalmente cuando he
aquí que un día, a instancias del embajador británico, accedió a recibir a
cierto "subdito inglés", quien le habló con tal dominio y autoridad
de los problemas italianos que el conde, asombrado, acabó por decir:
— Caballero, manejáis la política como Maquiavelo y habláis nuestra lengua como Manzoni. Si yo tuviese un compatriota así, ahora mismo le cedería la Presidencia del Consejo.
— Si tuvierais a un compatriota como yo —repuso sonriente el visitante, mientras disponiéndose a salir depositaba una tarjeta sobre la mesa de Cavour—, hoy mismo le haríais fusilar.
La tarjeta decía simplemente: Mazzini.
— Caballero, manejáis la política como Maquiavelo y habláis nuestra lengua como Manzoni. Si yo tuviese un compatriota así, ahora mismo le cedería la Presidencia del Consejo.
— Si tuvierais a un compatriota como yo —repuso sonriente el visitante, mientras disponiéndose a salir depositaba una tarjeta sobre la mesa de Cavour—, hoy mismo le haríais fusilar.
La tarjeta decía simplemente: Mazzini.
Pero andando el tiempo Mazzini, suavizaría sus radicalismos hasta avenirse
mal que bien con la forma monárquica de gobierno. Para entonces era ya una
figura venerable en el sentir de
muchos italianos. Tanto que no bien fallecido, el doctor Gorini, brujo de la
petroquímica, pidió
permiso para petrificar el cadáver. El hecho no tenía antecedentes, y cuando 8
días después, el 1 8, se hizo público el éxito de Gorini, el revuelo fue
enorme. Se pedía al científico que revelase su secreto. Pero Gorini, asustado
de su propio logro, manifestó:
— Imposible. Si lo hiciese, dentro de cien años habría más
estatuas en el mundo que criaturas vivientes.
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