EL "FRUTO" DEL ARTISTA |
Giovanni Battista Pergolesi había
nacido en lesi (Ancona) un día de 1710. En gracia a su precocidad para la
música, se le envió a Ñapóles junto al maestro Durante. Estudió con
aprovechamiento y pronto, volando solo, dio al público sus primeras partituras.
No tuvo suerte. Desde el primer instante, aquella música de acentos innovadores
fue acogida con frialdad.
Pero Pergolesi, inasequible al desaliento, siguió componiendo y arrostrando
el riesgo de estrenar. Así, en 1 735, reapareció
con una ópera. Olimpiada, en el teatro Tornidore de Roma. El mismo iba a
dirigir la orquesta. Tenía 25 años y toda la ilusión del mundo puesta en
aquella obra. Pero la historia volvió a repetirse; desde los primeros compases
el público comenzó a exteriorizar su desagrado. Menudearon los siseos, cundió
el alboroto y la obra, inacabada, sucumbió finalmente entre un pateo
indescriptible.
Derrumbado, Pergolesi se dejó caer junto al clavecino, cuando he aquí que,
para colmo del escarnio, una naranja
arrojada por algún
espectador airado vino al golpear al músico en la cabeza. Sollozante, Pergolesi
se agachó para recoger la naranja y la guardó.
Un año después, cuando acogido por caridad al convento franciscano de
Poz-zuoli se hallaba a punto de expirar, minado por la tuberculosis, aun
conservaba la naranja. Estaba resignado a su triste final, pero aun tuvo valor
para sacar la naranja y mostrársela a los que le rodeaban con estas amargas
palabras:
— He aquí el "fruto" de mi trabajo.
Por fortuna, se equivocaba. Siquiera a título postumo, le aguardaba la celebridad.
— He aquí el "fruto" de mi trabajo.
Por fortuna, se equivocaba. Siquiera a título postumo, le aguardaba la celebridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario