lunes, 12 de marzo de 2012

LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO


LOS MANUSCRITOS DEL MAR MUERTO
Aquel día, como de costumbre, el pastorcillo Mohamed ad Dib —"el chacal"—, miembro de la tribu beduína Ta'amiré, guardaba sus cabras en las riberas del wadi Qurán, arroyuelo cuyas aguas humedecían apenas la región Noroeste del Mar Muerto. Al pronto, una de las cabras se le desmandó, y Mohamed, celoso de su deber, corrió tras ella. La carrera lo condujo a la boca de una cueva desconocida, donde el chivo, asustado, había buscado refugio. Lleno de cólera, Mohamed tomó un guijarro y lo arrojó con rabia al interior de la gruta. Sólo un instante después obtenía una respuesta sorprendente: el estrépito de cacharros rotos. ¿Qué significaba aquello? Intrigado, penetró en la gruta. Por fortuna, ésta era perfectamente practicable y pudo alcanzar el fondo sin dificultad. Lo que allí vio, alumbrándose con una candela, le dejó boquiabierto: varias jarras de barro —algunas, rotas-contenían numerosos rollos de cuero envueltos en tela de lino. Aquellos rotuli — lo comprobó en seguida— revelaban una vejez incalculable y aparecían escritos en caracteres desconocidos.

Apenas repuesto del asombro, Mohamed tomó un brazado de aquellos misteriosos rotuli y corrió a presentárselos al jefe musulmán de Belén. Pronto, de manos de éste pasaron a las de los mercaderes, y de éstos, en sendos lotes, al Monasterio sirio de San Marcos y a la Universidad Hebrea de Jerusalén. A poco, tras el análisis pericial de ambos centros científicos, se daba al mundo la noticia: la Biblia acababa de enriquecerse con el Libro completo del profeta Isaías y con otros cinco documentos precristianos de valor inapreciable.

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