EL HONOR DE UN CORONEL |
Teodorico de Schomberg era un coronel alemán
al servicio de Enrique de Borbón, cuando éste —futuro Enrique IV
— encabezaba
la causa de los hugonotes franceses y se disponía
a librar la famosa batalla del Ivry contra los ejércitos católicos de la Liga
General. El resultado de aquel choque aparecía bastante incierto a los ojos
del futuro rey, cuando he aquí que, en vísperas de la batalla, el coronel
Schomberg se presentó ante él para demandarle el pago de la soldada de sus
hombres.
— Señor de Schomberg —le respondió adustamente Enrique—, no es digno
de un hombre de honor pedir dinero a su señor antes de una batalla.
Schomberg no dijo nada y se alejó respetuosamente. Pero Enrique, cuya sagacidad corría parejas con el talante caballeresco, poco antes de empezar el combate se acercó al alemán y le dijo:
— Señor de Schomberg: ayer, sin querer, os he ofendido. Hoy puedo morir y no quiero dejar en entredicho el honor de un caballero como vos. Así, pues, perdonadme y abrazadme.
A lo cual, emocionado, contestó Teodorico:
Schomberg no dijo nada y se alejó respetuosamente. Pero Enrique, cuya sagacidad corría parejas con el talante caballeresco, poco antes de empezar el combate se acercó al alemán y le dijo:
— Señor de Schomberg: ayer, sin querer, os he ofendido. Hoy puedo morir y no quiero dejar en entredicho el honor de un caballero como vos. Así, pues, perdonadme y abrazadme.
A lo cual, emocionado, contestó Teodorico:
— Cierto, Majestad, que me habéis ofendido,
pero ahora, en cambio, me matáis,
puesto que, con tanto honor, me obligáis a morir en vuestro servicio.
Y, en efecto, el valeroso coronel pereció luchando bravamente en aquella
encarnizada batalla. Una vez más quedaba así patente el maquiavelismo de
Enrique, quien, no mucho después, a trueque de subir al trono de Francia,
abjuraría del protestantismo exclamando cínicamente:
— ¡París bien vale una misa!
— ¡París bien vale una misa!
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