miércoles, 14 de marzo de 2012

EL HOMBRE DEL PLAN


EL HOMBRE DEL PLAN
El Senado norteamericano, a propuesta de su Secretario de Estado, general George Catlett Marshall, aprobaría aquel día una ayuda económica decisiva para la reconstrucción de Europa. Era el llamado Euro pean Recovery Program, más conocido como Plan Marshall. En otras palabras: una verdadera catarata de dólares merced a la cual los principales beneficiarios (Italia, Inglaterra, Francia, Alemania, Grecia) pudieron restañar con éxito las tremendas heridas de la guerra. No pudo considerarse, por lo tanto excesivo, que la Academia sueca, cinco años más tarde, otorgase al artífice de aquel Plan de salvación el Premio Nobel de la Paz.

A decir verdad, Marshall, "el general de la suave voz", se merecía esa y otras muchas distinciones. No sólo era un excelente soldado —"el mejor de los Estados Unidos", en opinión generalizada—, sino un político escrupuloso y un habilísimo negociador. Poseía una cabeza perfectamente organizada. Su memoria, parangonable a la de Napoleón, constituía a la vez el terror y la envidia de sus adversarios. Los periodistas, en cambio, se la agradecían infinito.

Una vez, siendo aún Jefe del Estado Mayor del Ejército norteamericano en Argel, había convocado una rueda de Prensa, a la que acudieron sesenta corresponsales.

Señores —les dijo el general con toda sencillez — , a fin de simplificar las cosas y ahorrar tiempo, me permito rogarles que cada uno formule por adelantado sus preguntas.

No sin sorpresa, los periodistas lo hicieron así. Luego, el general se puso a hablar. Lo hizo ininterrumpidamente por espacio de cuarenta minutos. A nada ni a nadie dejó de contestar. Y aún más: al responder, se dirigía individualizadamente, con cortés deferencia, al respectivo interesado.

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