LA MORAL DEL "GENERAL DEUX SOUS" |
La situación era crítica para los aliados. Ferdinand Foch, generalísimo de
los ejércitos anglo-franceses, permanecía
encerrado en su Cuartel General de Clermont, indeciso en ordenar la
contraofensiva. Tenía un humor de perros. Tanto, que ni siquiera hacía uso de
su latiguillo favorito: Ne vaut pas deux sous! (¡no vale diez
céntimos!), expresión aquella que le había granjeado, entre los suyos, el
sobrenombre de "General Deux Sous". Entre tanto, el ejército
expedicionario norteamericano, recién llegado al teatro de operaciones,
permanecía
inactivo y al parecer oívida-do de la atención del generalísimo francés.
Tan desairada situación ofendía hondamente al General en jefe de las
fuerzas norteamericanas, John Pershing, quien, sin poder contenerse, el día 28
de marzo de 1918 se presentó ante Foch para decirle:
— General, vengo a manifestarle en nombre del pueblo norteamericano que nos sentiremos orgullosos de participar en la batalla más grande de la Historia. Todo lo que poseemos —hombres, artillería, aviación— está a su disposición.
— General, vengo a manifestarle en nombre del pueblo norteamericano que nos sentiremos orgullosos de participar en la batalla más grande de la Historia. Todo lo que poseemos —hombres, artillería, aviación— está a su disposición.
Su adjunto, el general Briss, fue aún
más explícito; con enardecida vehemencia subrayó:
— ¡Así es! Estamos aquí para eso: para que nos maten. ¿Qué es lo que
le impide a usted utilizarnos?
Los blancos mostachos del "General Deux Sous" se alzaron con una crispa-ción emocionada. Su moral de victoria subió aquel día barométricamente. Pronto, con el concurso de aquellas nueve divisiones norteamericanas, la segunda batalla del Mame haría cambiar el curso de la guerra y decidir su final victorioso para los ejércitos aliados.
Los blancos mostachos del "General Deux Sous" se alzaron con una crispa-ción emocionada. Su moral de victoria subió aquel día barométricamente. Pronto, con el concurso de aquellas nueve divisiones norteamericanas, la segunda batalla del Mame haría cambiar el curso de la guerra y decidir su final victorioso para los ejércitos aliados.
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