CAMOEIMS, ILUSTRE Y MÍSERO SOLDADO |
Luis Vaz de Camoens, la gran voz
lírica de Portugal, fue durante toda su vida hombre de tristes destinos.
Desterrado al África por "amoríos palaciegos", de resultas de un
combate frente al puerto de Ceuta perdió el ojo derecho. ¿Qué podía hacer?
Nada sino perseverar en el servicio de las armas pomo simple soldado.
Y así, el día 24 de
marzo de 1 553, latente ya en su espíritu el gran poema épico que le
depararía la inmortalidad, se embarcó rumbo a Goa, en la India, junto al
virrey Alfonso de Noron-ha.
Tampoco en la India le aguardaba mejor suerte, y cuando en 1 569 regresó a
Lisboa no traía
otro patrimonio que un esclavo javanés, Antonio, y el manuscrito de Os Lusíadas,
el célebre poema exaltador de la gesta
índica de Vasco de Gama.
Vivía pobremente. Por Os Lusíadas
le había sido concedida la mísera
pensión de 1 5.000 reis, y el fiel esclavo Antonio debía proveer al sustento
del amo mendigando para él por las calles.
Por éstas iba una vez el triste Ca-moens cuando oyó que alguien —un
alfarero— recitaba, adulterados, algunos versos suyos. Enfurecido, el poeta
irrumpió en el taller y, ante el asombro del artesano, la emprendió a
puntapiés con las vasijas.
— ¿Sabes por qué lo hago? —decía entretanto—. Porque si tú tienes derecho a estropear mis versos, el mismo tengo yo para estropear tus cacharros.
Agonizaba ya, víctima de la peste, el ilustre tuerto cuando tuvo noticia de la derrota portuguesa en Alcazalquivir.
— ¿Sabes por qué lo hago? —decía entretanto—. Porque si tú tienes derecho a estropear mis versos, el mismo tengo yo para estropear tus cacharros.
Agonizaba ya, víctima de la peste, el ilustre tuerto cuando tuvo noticia de la derrota portuguesa en Alcazalquivir.
— ¡Desdichada patria mía! —murmuró—.
Al menos, muero contigo.
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