LA HONRADEZ DE MIDDLETON |
Middleton es una apacible localidad del Estado norteamericano de Tennes-se.
Quizá por eso, el
famoso forajido Henry Bondurant juzgó empresa fácil asaltar aquel día el
Banco y arramblar con todo. Así, pues, pistola en mano, irrumpió en el
establecimiento gritando:
— ¡Es un atraco!
Nadie, salvo el cajero, osó reaccionar. Este quiso cerrar la puerta de la caja fuerte con un empellón, pero el bandido, avisado, le descerrajó un tiro en la mano, mientras con palabras inequívocas advertía a los demás que haría otro tanto con cualquiera que se atreviese a mover un solo dedo. Ni que decir tiene que Bondurant pudo así rebañar a sus anchas los 18.000 y pico de dólares que contenía la caja.
Pero la detonación del disparo se había oído fuera, y al vecindario, puesto en alerta, le faltó tiempo para correr camino del Banco con toda clase de armas. Para entonces, Bondurant ya había puesto pies en polvorosa y se disponía a huir en el automóvil que le aguardaba fuera. Pero no pudo, porque una descarga, de la gendarmería improvisada sobre los neumáticos le inmovilizó el vehículo. Bondurant saltó fuera, y sin dejar de disparar, buscó sucesivamente el auxilio de otros dos vehículos. Finalmente, acorralado por el enjambre de perseguidores, cayó herido, regando la calzada con el fruto del botín.
Nadie, salvo el cajero, osó reaccionar. Este quiso cerrar la puerta de la caja fuerte con un empellón, pero el bandido, avisado, le descerrajó un tiro en la mano, mientras con palabras inequívocas advertía a los demás que haría otro tanto con cualquiera que se atreviese a mover un solo dedo. Ni que decir tiene que Bondurant pudo así rebañar a sus anchas los 18.000 y pico de dólares que contenía la caja.
Pero la detonación del disparo se había oído fuera, y al vecindario, puesto en alerta, le faltó tiempo para correr camino del Banco con toda clase de armas. Para entonces, Bondurant ya había puesto pies en polvorosa y se disponía a huir en el automóvil que le aguardaba fuera. Pero no pudo, porque una descarga, de la gendarmería improvisada sobre los neumáticos le inmovilizó el vehículo. Bondurant saltó fuera, y sin dejar de disparar, buscó sucesivamente el auxilio de otros dos vehículos. Finalmente, acorralado por el enjambre de perseguidores, cayó herido, regando la calzada con el fruto del botín.
Mientras un agente de la autoridad se hacía
cargo del bandido, el vecindario procedió a recoger los billetes para
devolverlos al Banco. En seguida, aun nerviosos, los empleados efectuaron el
arqueo correspondiente... ¿Cómo? ¡No era posible aquello! A ver, a ver...
Volvieron a contar. Igual. El efectivo resultante ¡excedía exactamente en 80
centavos al que había antes del atraco!
El suceso tuvo la más amplia resonancia. Y no era para menos. Por primera
vez, en la historia de la delincuencia, de resultas de un atraco, las reservas
de un Banco se veían acrecentadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario