martes, 14 de febrero de 2012

EL FIN DE UN GRAN NAVEGANTE


EL FIN DE UN GRAN NAVEGANTE
James Cook era ya un navegante afamado cuando su rey, Jorge III de Inglaterra, le confió el mando de una tercera expedición destinada esta vez, a desvelar el viejo enigma ártico de la existencia o no del Paso del Noroeste. Cook reunía todos los méritos para intentarlo: larga experiencia como explorador de los mares australes, talante humano excepcional en el trato con la marinería, conocimiento profundo de los habitantes de las tierras vírgenes y patriotismo a toda prueba.

Partió, pues, de Plymouth el día 11 de junio de 1 776, y en febrero del año siguiente arribó a Nueva Zelanda. Desde allí se dirigió a Tahití, para redescubrir después las islas Sandwichs.

Al fin, en marzo de 1 778 puso proa a América del Norte. En las costas de Alaska halló algunas colonias de esquimales, lo que alentó sus esperanzas de dar cima al objetivo propuesto. Pero se hallaba sobre el paralelo 70 y las masas ingentes de hielo le cerraban el paso.

Desalentado, decidió regresar al sur en busca de un lugar de invernada. Así tocó de nuevo en el archipiélago de Sandwich, ahora en Hawai, isla que antes no había descubierto. Hawai era un lugar paradisíaco, poblado de gentes apacibles cuyo rey les recibió con hospitalidad. Pero inopinadamente —era el día 14 de febrero de 1 779 — surgió el conflicto. 

Un marinero mató a un jefe indígena que había robado una chalupa y los isleños se alzaron en armas. La amenaza era grave y, aun repugnándole, Cook se vio obligado a disparar. El fuego se generalizó y cayeron algunos hombres. Cook, sin embargo, se mantenía en pie, dando cara al enemigo. Pero cuando al pronto se volvió para ordenar a los suyos que acercasen un bote para reembarcar a los supervivientes, los salvajes le acometieron con furor y acabaron con él.

Así, el igual que otro día Magallanes, sucumbió aquel valiente, uno de los más esforzados navegantes de la Historia.

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