EL FIN DE UN PAYASO |
Un día, en Málaga, se alojó en cierta fonda cuya alcoba anunciaba pomposamente "agua corriente". Mas, no sin sorpresa, Rámper vio que al pie del lavabo aparecía un sospechoso aguamanil.
— ¿Pero cuál es aquí el agua corriente? — preguntó.
— ¡Toma! —repuso tan fresco el fondista—. ¿Cuál ha de ser? Esa... ¿O no le parece bastante corriente?— Por supuesto —encajó Rámper, resignado—. Sólo a mí ha podido ocu-rrírseme pensar que por lo que voy a pagarle pudiera usted ofrecérmela de Vichy.
Había empezado como acróbata y en esta especialidad apoyó siempre su vis cómica. Pero al final de su carrera, afligido por el asma, tuvo que prescindir de ese recurso. No todo el mundo estaba en el secreto, y así, una vez, mientras actuaba en Baza (Granada), el público le exigió con maneras destempladas que ejercitase las clásicas piruetas.
— Señores —dijo Rámper, encarado con los alborotadores — , les advierto que llevo más de cuarenta años jugando al tute, pero puedo asegurarles que esta es la última vez que hago "baza".
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