jueves, 5 de enero de 2012

EL FIN DE UN PAYASO



EL FIN DE UN PAYASO
España ha sido siempre rico vivero de payasos. Desde Clement hasta Char-lie Rivel, pasando por la dinastía de los Pompoff, los públicos del mundo entero han aplaudido con calor la gracia de nuestros cultivadores en esta parcela de la pantomima escénica. Pero de todos ellos, quizá ninguno tan representativo y popular como lo fue el madrileño Ramón Alvarez Escudero, alias Rámper, que falleció en Sevilla el día 5 de enero de 1952. Rámper era un caricato de gracia fresca, espontánea, personalísi-ma. Se le admiraba no sólo bajo la carpa el circo, sino en la calle, a donde trascendían agrandados sus golpes de ingenio.

Un día, en Málaga, se alojó en cierta fonda cuya alcoba anunciaba pomposamente "agua corriente". Mas, no sin sorpresa, Rámper vio que al pie del lavabo aparecía un sospechoso aguamanil.

— ¿Pero cuál es aquí el agua corriente? — preguntó.

— ¡Toma! —repuso tan fresco el fondista—. ¿Cuál ha de ser? Esa... ¿O no le parece bastante corriente?
— Por supuesto —encajó Rámper, resignado—. Sólo a mí ha podido ocu-rrírseme pensar que por lo que voy a pagarle pudiera usted ofrecérmela de Vichy.

Había empezado como acróbata y en esta especialidad apoyó siempre su vis cómica. Pero al final de su carrera, afligido por el asma, tuvo que prescindir de ese recurso. No todo el mundo estaba en el secreto, y así, una vez, mientras actuaba en Baza (Granada), el público le exigió con maneras destempladas que ejercitase las clásicas piruetas.


— Señores —dijo Rámper, encarado con los alborotadores — , les advierto que llevo más de cuarenta años jugando al tute, pero puedo asegurarles que esta es la última vez que hago "baza".

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