ADIÓS AL ÍDOLO DE LA PRADERA |
No era para menos: el cine y la literatura de cordel habían hecho de este hombre una criatura legendaria, uno de esos raros personajes a caballo entre la realidad y el mito. Apenas con catorce años, William Frederick Cody había trabajado en las minas del Colorado; después, como correo, en la Pony Express Company. Durante la guerra civil había sido escucha en la frontera occidental, y en 1 867, al servicio ahora de la Compañía ferroviaria Kansas Pacific como proveedor de carne, llegó a sacrificar, en 8 meses 4.280 búfalos tremendo holocausto que le valdría el sobrenombre de Buffalo Bill con que le conocía todo el mundo. Durante la guerra contra los sioux y los cheyenes, pasó de nuevo, en calidad de escucha, al servicio del Ejército y por entonces, en singular combate, consiguió dar muerte al gran jefe cheyene Mano Amarilla.
Toda esta suma de proezas y su dedicación, por último, a las exhibiciones circenses, con temas del indómito Oeste, acabaron por convertirle en ídolo de las muchedumbres del mundo entero.
Al morir, lejos de desvanecerse, su fama se agigantó. Y como digno broche, fue sepultado en una tumba excavada con dinamita en la Montaña del Vigía, cerca de Denver, su ciudad natal.
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