martes, 10 de abril de 2012

SALMERÓN, UN HOMBRE DE BIEN


SALMERÓN, UN HOMBRE DE BIEN
Segundo hijo de un médico rural, en esta fecha vino al mundo en Alhama de Seca (Almería) Nicolás Salmerón y Alonso, político, filósofo, jurisconsulto eminente y hombre de singular honestidad. Al producirse la abdicación de Amadeo, Salmerón dio su voto a la República, y el nuevo Presidente, Estanislao Figueras, le ofreció la cartera de Gracia y Justicia.

El primer día de gestión de don Nicolás sería ya memorable. Cuando después de una laboriosa jornada se disponía a abandonar el ministerio, el ujier se acercó para decirle:

— Excelencia, su coche le espera. Don Nicolás le miró incomodado y
respondió ásperamente:

— ¡No tengo coche, ni excelencia! Era todo un carácter. Al suceder a Pi y
Margall como presidente de Poder Ejecutivo, en el decreto de abolición de los títulos nobiliarios, él, tan republicano, no tuvo empacho en declarar:

— Lejos de negar, antes es honra nuestra enaltecer los preciosos servicios que debe el pueblo español a su nobleza, la primera del mundo por su bravura, por su prudencia en el consejo, por su humanitarismo con los que, en la errada opinión de entonces, se les reputaba inferiores.

El programa político de Salmerón apuntaba sobre todo a la pacificación de España, harto alterada entonces por los excesos cantonalistas que afligían al sudeste peninsular. En esta tarea obtuvo innegables éxitos, hasta que un día, colocado ante la necesidad de firmar algunas sentencias de muerte, como ello repugnare a sus principios prefirió dimitir.

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