EL CELO FATAL DEL MAYORDOMO |
Vatel era el responsable
doméstico de los poderosos príncipes de Conde. Nada escapaba a su ardentísimo
celo de "controlador general" de la regia casa. Se cuidaba de todo y
muy especialmente de los asuntos de la cocina.
En cierta ocasión el monarca
reinante, Luis XIV, prometió honrar con su presencia
durante una jornada el castillo de Chantilly, residencia campestre de los Conde.
Prevenido, Vatel tomó como siempre las disposiciones pertinentes, y cuando el 26 de abril se
presentó el monarca acompañado de su séquito, todo estaba fastuosamente
dispuesto en el jardín para regalo de los visitantes.
La preparación del
banquete había costado la friolera de 300.000 francos; con todo y con eso, para
horror de Vatel, debido al imprevisto número de comensales el asado resultó
insuficiente.
¡Santo Dios! —se dijo—. ¡Y mañana, vigilia! ¿Cómo
allegar, con tal premura, la necesaria provisión de pescado, cuando para
mayor calamidad algunos proveedores
le habían fallado? El
conflicto le hizo perder la cabeza.
— ¡No podré sobrevivir a tanta desgracia! — exclamó—. ¡Mi honra y
mi reputación están perdidas!
Acometido por un acceso demencial, desenvainó la espada, ajustó la empuñadura en el quicio de una puerta y por tres veces se arrojó sobre la hoja hasta caer, examine, en un charco de sangre.
Acometido por un acceso demencial, desenvainó la espada, ajustó la empuñadura en el quicio de una puerta y por tres veces se arrojó sobre la hoja hasta caer, examine, en un charco de sangre.
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