lunes, 5 de marzo de 2012

UNA MUJER INCREÍBLE


UNA MUJER INCREÍBLE
Aquel día, los gacetilleros de la corte se pusieron las botas. ¡Ahí era nada! María de Navas, ex actriz, ex religiosa, ex soldado —y todo por partida doble-acababa de morir.

A decir verdad, María de Navas llenaba todo un capítulo de la crónica sensa-cionalista de la época. Un día, a finales del siglo XVII, había debutado como actriz en un teatro de Valencia. Recién casada con un compañero de farándula, su boda acabó en saínete: el cónyuge resultó ser un fraile exclaustrado, por lo que la Iglesia se apresuró a declarar nulo el enlace. Apenas repuesta del traspié, María contrajo nuevo matrimonio. Pero, sin éxito otra vez, poco después se separó. ¿Qué hacer? Al convento. Allí — se dijo, contrita— se colmarían a buen seguro sus ansias de reposo. Y allá se fue. Tiempo perdido. Insatisfecha, a los pocos meses tomó el portante y regresó a las tablas. Pero ahora, bajo nuevo aspecto: como galán y director de comedias. Así, en disfraz masculino, su éxito de público se multiplicó. Y tan favorecida y apuesta llegó a verse María de esta traza que de la noche a la mañana se le antojó alistarse, como soldado, en las huestes del archiduque Carlos.

Infortunadamente para ella, triunfó Felipe V y hubo, pues, de acudir a éste en demanda de perdón. Obtenida la gracia real, otra vez se creyó atraída por el claustro. Y con tanta fuerza que llegó incluso a tomar velo en el Monasterio de las Descalzas Reales. ¡Vana ilusión! El gusanillo de las tablas le roía de nuevo y otra vez —ahora por última— abandonó el claustro para correr en pos de los aplausos.

Finalmente, aquel torbellino de mujer descansaba de verdad.

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