NACIMIENTO DE PI Y MARGALL |
Nació ese día en
Barcelona, de modesta familia. Se llamaba Francisco Pi y Margall. Honesto,
estudioso, talentudo; por su exclusivo mérito obtuvo la licenciatura de
Derecho. Para subvenir a sus necesidades ejerció con brillantez la enseñanza.
Escribió mucho y bien. Tradujo a los clásicos. Y un día, inflamado de ideas
irrealizables, ingresó en la política. Era republicano y abogaba por un
federalismo puro.
De modo que cuando Amadeo, harto, abdicó la corona que le
habían ofrecido en bandeja, Pi puso su talento al servicio de la flamante
República como ministro de Gobernación.
Trabajaba sin tasa. Tanto que una vez, no pudiendo ir a comer a casa, ordenó
al conserje que le fuese traída la comida.
— ¿De Lardhy o de Los Cisnes, señor? — inquirió el conserje.
— ¿De Lardhy o de Los Cisnes, señor? — inquirió el conserje.
— De la Fonda de Barcelona— aclaró
Pi con absoluta sencillez.
El conserje se quedó boquiabierto. La Fonda de Barcelona era una
hospedería de tres al cuarto y lo usual, en tales casos, era hacerse servir por
uno de aquellos dos postineros restaurantes.
—Tome usted tres pesetas —agregó Pi, sin preocuparse del estupor del
subalterno—
y que le digan al hospedero que la comida es para mí.— ¡Pero señor! —volvió a escandalizarse el conserje—. Estas comidas son de cargo oficial y las paga el habilitado.
Don Francisco dio un respingo.
— ¡Qué me dice! ¿Esas tenemos?
¡Pues sepa usted que yo pago siempre lo que como! Y otra cosa: desde hoy — quede bien entendido — , aquí ¡se acabó el comer de gorra!
Con razón diría un día Maura en el Congreso que aquel ilustre varón — luego efímero Presidente del Poder Ejecutivo— "logró gozar siempre el privilegio del respeto de todos sus adversarios".
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