lunes, 4 de enero de 2010

CUENTO LOS TRES CERDITOS Y EL LOBO

El Cuento de Tres Cerditos
LOS TRES CERDITOS Y EL LOBO

"Tres cerditos hacen sus casas, pero para tardar menos y poder jugar, los dos primeros las hacen uno de paja y otro de madera, mientras el mayor trabaja más y la hace de ladrillo.

Cuando llega el lobo, soplando tira las casas del primero y luego del segundo, que se refugian en la del tercero. Como no puede tirar la última casa soplando, trata de entrar por la chimenea, pero los cerditos preparan un caldero y el lobo huye abrasado."

Había una vez tres cerditos que eran hermanos, y se fueron por el mundo a buscar fortuna. A los tres cerditos les gustaba la música y cada uno de ellos tocaba un instrumento. El más pequeño tocaba la flauta, el mediano el violín y el mayor tocaba el piano.

Casi todo el mundo tenía hogar propio en aquella región, y el cerdito Flautista no quiso menos, de modo que empezó a construir una casa.

Como era un solemne holgazán, apenas se esforzó. Clavó cuatro estacas en el suelo, alzó sobre ellas un armazón de insignificantes ramitas, y dijo:

- Ahora lo recubro todo con paja, y me quedará una casita preciosa.
Eso hizo, sin ocurrírsele que un simple ventarrón podía llevarse en tinglado por los aires. Deseaba terminar cuanto antes para poder seguir tocando la flauta, que era lo que verdaderamente le gustaba.
Así que cogió la flauta y se alejó vereda adelante, en busca de su hermano, el Cerdito Violinista.

Flautista llegó a la propiedad de su hermano, que también estaba construyendo un hogar. Bueno, lo de hogar es mucho decir; habría que emplear igualmente la palabra “chapuza” para nombrar aquel amasijo de palotes entrelazados de cualquier manera. Su apariencia era algo más fuerte que la del caso anterior, pero, de todas formas, poco se llevaban.

- ¿Te falta mucho?
- Ya acabo. Es una lata, chico, dedicar dos horas a un trabajo como éste – Opinó el Violinista.
- Piensa que, a cambio del esfuerzo, vas a tener un hogar para toda la vida – le consoló Flautista.
- ¡Toma, por eso me he metido en el follón! ¡Sí no, a buenas horas!
- Bien mirado, te estás pasando – dijo Flautista, al observar el quehacer de su hermano -. Poner esos palitroques ahí es un derroche de energía. Con unas ramitas forradas de paja tendrías de sobra.
- ¿Así has hecho tu casa? – se extrañó Violinista.
- ¡Naturalmente! Me horroriza exagerar.

Violinista no quedó muy conforme con los consejos de su hermano, pero sí con su obra. Tampoco a él se le ocurrió pensar que los cambios de tiempo exigían edificaciones robustas, hechas con esmero.

- ¡Listo! – anuncio Violinista momentos después.
- Pues vamos a ver la casa que se está haciendo Práctico – Sugirió Flautista, refiriéndose a un tercer hermano de ambos.
- ¡Uh!, ése, con lo maniático que es para los detalles, aún estará empezando – se alarmó Violinista, mientras echaba mano de su instrumento predilecto.

Los dos Cerditos se pusieron en marcha, tocando a dúo baladas muy motivadoras. Lo suyo era la música.
Flautista y Violinista no paraban de reír, aunque el ceño fruncido de Práctico desaconsejase las bromas. Encontraba graciosísimo que su hermano emplease ladrillos y cemento en la construcción de su hogar

- ¡Ya, ya! Esperad a que el Lobo Feroz quiera ajustaros las cuentas – dijo Práctico.

Cuando las tres casitas estuvieron terminadas, los cerditos cantaban y bailaban en la puerta, felices por haber acabado con el problema. De detrás de un árbol grande surgió el lobo, rugiendo de hambre y gritando:

- Cerditos, ¡os voy a comer!

Cada uno se escondió en su casa, pensando que estaban a salvo, pero el Lobo Feroz se encaminó a la casita de paja del hermano pequeño y en la puerta aulló:

- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!

Y sopló con todas sus fuerzas: sopló y sopló y la casita de paja se vino abajo. El cerdito pequeño corrió lo más rápido que pudo y entró en la casa de madera del hermano mediano.
De nuevo el Lobo, más enfurecido que antes al sentirse engañado, se colocó delante de la puerta y comenzó a soplar y soplar gruñendo:

- ¡Soplaré y soplaré y la casita derribaré!

La madera crujió, y las paredes cayeron y los dos cerditos corrieron a refugiarse en la casa de ladrillo del mayor.El lobo estaba realmente enfadado y hambriento, y ahora deseaba comerse a los Tres Cerditos más que nunca, y frente a la puerta bramó:

- ¡Soplaré y soplaré y la puerta derribaré! Y se puso a soplar tan fuerte como el viento de invierno
Sopló y sopló, pero la casita de ladrillos era muy resistente y no conseguía su propósito. Decidió trepar por la pared y entrar por la chimenea. Se deslizó hacia abajo... Y cayó en el caldero donde el cerdito mayor estaba hirviendo sopa de nabos. Escaldado y con el estómago vacío salió huyendo hacia el lago
Los cerditos no le volvieron a ver. El mayor de ellos regañó a los otros dos por haber sido tan perezosos y poner en peligro sus propias vidas.

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