LA CENICIENTA |
Hubo una vez una joven muy bella y cuya belleza nadie podía ver, Pues porque desde niña le gustaba dormir cerca de la chimenea y toda ella quedaba cubierta de ceniza de ahí su nombre CENICIENTA, huérfana de madre su padre había vuelto a casarse y ahora vivía con madrastra, una viuda impertinente con dos hijas a cual más fea, y la obligaban hacer los trabajos más duros de la casa.
Como el papá de la Cenicienta debía viajar casi siempre, ella trató de relacionarse con sus nuevos parientes y recibió un trato déspota de la madre y sus hijas tratandola como una esclava incluso la alimentaban mal.
Un día el Rey de aquel país anunció que iba a dar una gran fiesta a la que invitaba a todas las jóvenes casaderas del reino.
- Tú Cenicienta, no irás -dijo la madrastra-. Te quedarás en casa fregando el suelo y preparando la cena para cuando volvamos.
Ellas sabían que no eran tan hermosas y sí algo mayores, y por eso trataban de molestar a la Cenicienta:
"Como tú no eres bella - le dijeron - y no tienes vestido, no irás a la fiesta, pero coserás nuestros vestidos".
"Como tú no eres bella - le dijeron - y no tienes vestido, no irás a la fiesta, pero coserás nuestros vestidos".
Y la Cenicienta trabajó día y noche, complaciendo a sus vanidosas hermanastras.
Llegó el día del baile y Cenicienta vió tristemente ir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? si tuviera a mamá o a mi Hada, también yo estaría en la fiesta -exclamó-. justo cuando de un resplandor surgió su preciosa Hada.
Llegó el día del baile y Cenicienta vió tristemente ir a sus hermanastras hacia el Palacio Real. Cuando se encontró sola en la cocina no pudo reprimir sus sollozos.
- ¿Por qué seré tan desgraciada? si tuviera a mamá o a mi Hada, también yo estaría en la fiesta -exclamó-. justo cuando de un resplandor surgió su preciosa Hada.
- No te preocupes -exclamó el Hada-. "Tus deseos serán realidad", pero con
una condición, que cuando el reloj de Palacio dé las doce campanadas tendrás
que regresar sin falta.
Y tocándola con su varita mágica la transformó, la Cenicienta lució vestida como una reina. Al gato y al ratón, el Hada los convirtió en un lujoso carruaje
Al partir, su Hada le advirtió: ''A las doce acabará el encanto y debes volver".
La llegada de Cenicienta al Palacio fué todo un suceso, el príncipe dejó a todas por bailar con ella toda
la noche. Sus hermanastras no la reconocieron y se preguntaban quién sería
aquella joven.
Cenicienta pletórica de felicidad y el príncipe subyugado con su belleza le iva a declarar su amor cuando el reloj de Palacio dio las doce. - ¡Oh, Dios mío! ¡Tengo que irme! -exclamó-.
Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado. y ella corrió aprisa, bajó las escaleras y tropezó perdiendo su zapatito.
Como una exhalación atravesó el salón y bajó la escalinata perdiendo en su huída un zapato, que el Rey recogió asombrado. y ella corrió aprisa, bajó las escaleras y tropezó perdiendo su zapatito.
El príncipe trató de seguirla pero fue inútil. Y el rey al ver que su hijo sufría ideó un plan para encontrar a la bella joven. Se casaría con aquella
que pudiera calzarse el zapato. Envió a sus heraldos a recorrer todo el Reino.
Las doncellas se lo probaban en vano, pues no había ni una a quien le fuera
bien el zapatito.
Y llegaron a casa de la Cenicienta. Las hermanas creyeron ser las elegidas, pero sus pies eran grandes y toscos. Ya se marchaban cuando alguien miró a la belleza ceniza y le alcanzó el zapatito: ¡Era ella! Llegó el príncipe, pidió su mano, se casaron y fue la más bella y feliz de las princesas.
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